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Lupita:
Se nos ha presentado una situación inesperada y no sabemos lo que debemos creer y cómo debemos actuar. Mi hija de siete años me dice que su tío (hermano de mi esposo) la está tocando y le pide que lo toque también. Para mí, es algo increíble; sin embargo, me cuestiono de dónde pudo haber sacado eso la niña; se lo pregunté pero no responde nada.
Mi esposo y yo sentimos una gran angustia. Acudimos a ti para que nos des alguna orientación sobre cómo actuar de acuerdo a lo que es correcto a los ojos de Dios.
Ma. Pilar
Hermana en Cristo, Pili:
Lamentablemente, hemos deformado tanto el sentido de la sexualidad humana, que hoy en día muchos hombres y mujeres, sanos y productivos, están haciendo mal uso de ella y buscan placer a toda costa.
Eres afortunada al enterarte de esta situación, ya que se sabe que solo uno de cada diez niños que viven un abuso, lo platica. Las cifras conocidas también revelan que el agresor puede ser cualquier persona de cualquier nivel sociocultural, estado civil o profesión, y que en el 75% de los casos se trata de primos, tíos o padres; 20% son conocidos, tales como vecinos, amigos y maestros, y sólo un 5% corresponde a desconocidos.
La Fundación PAS (Prevención del Abuso Sexual Infantil), experta en el tema, nos recomienda lo siguiente, en caso de que un hijo o hija revele que ha sufrido un abuso:
En primer lugar, debe darse credibilidad al infante. Cuando un pequeño nos aborda para comentarnos la confusión que siente por lo que le ha sucedido, es necesario ser solidario y escuchar pacientemente, prometiendo siempre que será protegido y asegurándole que ha tomado una muy buena decisión al decirlo. En segundo lugar, hay que buscar ayuda profesional y canalizar al menor. Dar asistencia a las personas que están al cuidado del pequeño, principalmente los padres.
Tu niña debe sentirse apoyada y protegida por ti. No vuelvas a dejarla sola con ese tío y hazle saber que para ti nada ni nadie es más importante que ella y su seguridad.
Los seres humanos que no tienen una relación con Dios, se alimentan de la carne, interpretada en las Sagradas Escrituras como la debilidad, los impulsos y malos deseos. Hoy, más que nunca, es necesario volver a la Fe para frenar esta tendencia a desvirtuar el extraordinario valor de la sexualidad humana.
En su Carta a los Gálatas, San Pablo enseña: “Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5, 19-25).
Para detener el uso desordenado de la sexualidad y acabar con tanto dolor, será necesario alimentar el espíritu y entender que no somos solo animales racionales; somos mucho más que eso: ¡verdaderos hijos de Dios!